January 17, 2017


El chino Wangyi Fa


Sabéis, y si no lo sabéis os vais a enterar ahora, que a veces no fumo. Pueden ser períodos largos, dos, tres meses; medios, nueve o diez días; pequeños, un fin de semana; o ínfimos, doce horas a lo sumo.

Sabéis, y si no lo sabéis os vais a enterar ahora, que vivo encima de un bar de chinos de nombre capitalino, que desde el 2003 —también en el nombre— no para de ganar clientela y superficie. Hace un par de años o quizá ya más, cambió la terraza laberinto que montaba en verano por una pérgola —bien preparada— anticierzo que ocupa media calle.

Sabréis, si habéis fumado alguna vez, y si no os vais a enterar ahora, que el síndrome de abstinencia nicotínico suele atacar en domingo, cuando hay pocos y lejanos estancos abiertos. Estancos que no vale la pena visitar para ahorrarse unos míseros 0,15€.

Conocéis, porque forma parte de nuestro acervo cultural ese dicho que afirma que «te han engañado como a un chino». Es decir, que te la han colado pero bien, que se veía a una legua que era un timo pero que tú has picado, que nadie da duros a cuatro pesetas y tú pensabas que te iban a dar diez. Que más tonto y no naces, en resumen.

No sabéis, porque aún no os lo he contado, que el chino Wangyi Fa, con su maquiavélica mente trazó no hace mucho un maquiavélico plan con el que tomarse cumplida venganza después de tantos años de oprobio.
     —Si tu fumal yo engañal como a chino —pensó una tarde de principios de diciembre—. Si tú complal Nobel en mi bal, doblemente como a chino engañal.

Desde aquella tarde de principios de diciembre, el chino Wangyi Fa recarga la máquina de tabaco con Nobel Style, veinte microcigarrillos en una microcajetilla que en estancos se consigue por 4,30€, 0,25€ menos que un paquete de Nobel normal, que es lo que en la tecla pone que te vende.

Sabed, porque estas cosas es bueno que se sepan, que con el ojo derecho a medio guiñar, la vida no es fácil, así que el el domingo pasado —doce horas después del último— volví a entrar para que se me rasgara un poco también el izquierdo.
     —Mis 0,40€, glacias —me dijo la máquina cuando salía por la puerta.

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Salen los niños alegres / de la escuela, / poniendo en el aire tibio / de abril canciones tiernas. / ¡Qué alegría tiene el hondo / silencio de la calleja! / Un silencio hecho pedazos / por risas de plata nueva.


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