Yo por el cartel. Bajé un día a comprar una entrada, la de El burlador de Sevilla debía de ser, y fue ver el cartel y decir, a esto he de venir.


Tú ves a unos tíos empapados en agua, jugando con una pelota roja entre los charcos y dices, hombre, cómo me voy a perder yo esto con lo que me gusta a mí salir a la calle cuando llueve y chipiarme de arriba abajo. El título, que también salía en el cartel, no podía ser más sugerente: Rain. Como lluvia en tus ojos, que suena de maravilla. Y luego la compañía, que también salía en el cartel, le Cirque Éloize, la primera vez que la oía, pero como si me sonara de toda la vida.

Así funciona el marketing: un póster, tres detalles con la información básica y un espectador al bolsillo; yo. Y ayer por la noche fui a verla. En principio iba a ir el viernes, que era la sesión bonificada, pero cuando fui a comprar el ticket sólo quedaban entradas de las últimas filas y acostumbrado como estoy a ir a la fila 4, la fila 6 que me dieron ya me parecía muy atrás. Y eso que la taquillera me preguntó, «¿No será muy adelante la fila 6?» «Quite, quite, qué va, yo bien cerca a ver si les veo los empastes...» Craso error, porque se hubiera tenido una vista perfecta del escenario no ya de la fila 14, sino de los palcos de la primera planta, pero bueno, todo no se puede tener, a los de los palcos no les salpicó la lluvia.


No queráis saber de qué va el espectáculo porque es un poco difícil de explicar. Lo de mezclar danza, circo, música y malabares para alguien que no está acostumbrado resulta un poco difícil de descodificar. Los primeros minutos había tanta gente en el escenario y todos haciendo tantas cosas que no sabía a dónde mirar. Yo entendí que Ashley nos cuenta una parte de su biografía, que coincide con el momento en el que empieza a formar parte de un circo.


Pero más que de la historia en sí, lo bueno era disfrutar del espectáculo. De las luces, de los forzudos (¡pero qué forzudos!), de la contorsionista, de la música, del trampolín, de la barra rusa, de las luces y de la música, del trapecio, de los aros, de la poesía, de los clowns, de las risas, de la música... y al final... de la lluvia. Y del sentimiento de nostalgia y alegría, emoción y felicidad que recorre toda la obra.


Una fantástica maravilla.

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